2 de febrero de 2012

El mito de Don Juan y la figura de Miguel de Mañara

José Zorrilla escribió esta obra en 1844 mientras se alojaba en la Hostería del Laurel del Barrio de Santa Cruz. Algunos opinan que creó el mito de Don Juan inspirado en un noble sevillano del s. XVII, Don Miguel de Mañara Vicentelo de Leca. Este noble sevillano nació en 1627 y durante su juventud se labró fama de mujeriego y pendenciero, batiéndose en duelo en numerosas ocasiones.

Estatua de Don Juan en la plaza de los Refinadores

Sin embargo, su vida cambió cuando se enamoró de la rica heredera Gerónima Carrillo de Mendoza, con quien se casó a los 21 años. Al poco tiempo quedó viudo. Además, hubo un incidente que le hizo recapacitar sobre su pasado disoluto y que está descrito en este azulejo de la calle del Ataud, llamada así porque según la leyenda vio pasar un cortejo fúnebre que transportaba su propio ataúd.

Es entonces cuando este caballero pecador busca en la religión un remedio para curar su pena y en la entrega de su fortuna a los más necesitados la redención de sus pecados. El paralelismo con la figura de Don Juan es innegable.

Miguel de Mañara ingresó en la modesta Hermandad de la Caridad. Al año de entrar, lo eligieron Hermano Mayor, cargo que desempeñó hasta su muerte. La Hermandad de la Santa Caridad, fundada en Sevilla a mediados del siglo XV tenía entre sus cometidos la asistencia a enfermos abandonados y el enterramiento de ajusticiados y ahogados así como elevar sufragios por sus almas. Originalmente, tuvo su sede en una capilla, dedicada a San Jorge, construida en una de las Atarazanas Reales. Atarazanas Reales

Fachada de la Iglesia de la Caridad y patio interior

Las tres grandes salas del hospital se construyeron aprovechando las naves de las Atarazanas Reales de Sevilla que se habían construido en época de Alfonso X. En 1644, por ruina de la antigua capilla, se decidió la construcción de una nueva iglesia según planos de Pedro Sánchez Falconete. Miguel Mañara impulsó y reformó el proyecto y, finalmente, la fachada fue rematada por Leonardo de Figueroa. La fachada de la Iglesia es una obra representativa del barroco sevillano y se encuentra estructurada en tres cuerpos de altura. Los dos tramos superiores se encuentran decorados con azulejos que representan a sus patronos San Jorge y Santiago y a las tres virtudes teologales, Fe, Esperanza y Caridad. La Iglesia es de una sola nave cubierta con bóveda de cañón y una pequeña cúpula en el antipresbiterio. Los muros se articulan con pilastrones y pilastras corintias que sostienen una cornisa de saliente alero. A los pies de la iglesia se encuentra el coro, elevado sobre una arcada triple. El templo se encuentra decorado con yeserías.

La decoración interior de la iglesia fue programada por el propio Miguel de Mañara, y en ella intervinieron artistas tan prestigiosos como Murillo, Valdés Leal, Pedro Roldán y Bernardo Simón de Pineda que plasmaron la inspiración de Mañara acerca de la caridad cristiana.

18 de enero de 2012

La calle Susona y su leyenda




En el Barrio de Santa Cruz, en la antigua judería, hay una callejuela que parte desde la plaza de Doña Elvira y desemboca en el Callejón del Agua, muy cerca de la Calle de la Vida. Esta tortuosa calle, que antes tenía el nombre de Calle de la Muerte, actualmente se llama Calle Susona. La historia de Susona, a quien está dedicada la calle, está resumida en un azulejo sobre la puerta de casa que habitó su familia a finales del S XV. Ocurrió que en el año de 1481 se fraguó un complot judío para hacerse con el poder en la ciudad e intentar, con el apoyo musulmán, ir contra los cristianos de Sevilla. La conspiración estaba encabezada por el banquero Diego Susón, Pedro Fernández de Venedara, mayordomo de la catedral; Juan Fernández de Alboslaya, letrado y alcalde de Justicia y muchos otros. El banquero judío tenía una hija, Susona, conocida por su gran hermosura y que mantenía relaciones secretas con un noble cristiano. Cuando ella se enteró de que su padre, junto con los otros conjurados, incluía en sus planes matar al hombre a quien amaba, no dudó en delatar a los suyos. Como consecuencia, la conspiración fue desmantelada y sus cabecillas fueron primero encarcelados y después les cortaron la cabeza.

Tras este gesto de amor, considerado como una gran traición por sus gentes, Susana Ben Susón fue repudiada y no le quedó más remedio que convertirse al cristianismo. Para colmo de sus desgracias, el caballero amado también la rechazó.

Así las cosas, el obispo la convenció para que dedicara su vida al Señor en un convento de clausura de la ciudad. La visitaba a menudo y terminó enamorándose de ella, hasta el punto de que ésta dejó el convento y se fue a vivir con el obispo, del que tuvo dos hijos. Pero con el tiempo, las cosas se torcieron de nuevo para Susona, que sumida en la más absoluta pobreza, terminó sus días como querida de un especiero.

En su testamento la arrepentida Susona dejó escrito que colocaran su calavera a modo de castigo sobre la puerta de la casa donde vivió. La calavera estuvo realmente expuesta allí detrás de una reja, hasta que en 1845 se sustituyó por el azulejo explicativo.

16 de enero de 2012

Sevilla, Kansas City, el indio y la madre que lo parió

¿Qué es lo que más llama la atención de un visitante cuando llega a Sevilla? ¿La Giralda? ¿La Torre del Oro? No, lo primero que sorprende cuando llegas desde el aeropuerto o conduciendo desde Madrid, o sales de la estación del AVE, es que la avenida más importante, la más ancha y más larga, el acceso principal a la ciudad, se llama o sea, “cansasiti” Es como si la Castellana de Madrid se llamara, pongamos, avenida de Pernambuco. Más extraño aún resulta cuando ves que las bocacalles de esta avenida son una exaltación de asuntos tan sevillanos como “Saeta”, “Seguirilla”, “Petenera” o tienen nombres de insignes toreros andaluces como “Lagartijo”, “Niño de la Palma”, “Pepehillo”…¿Cómo se les ocurrió bautizar así esta avenida? La razón es que en los años sesenta estuvo por aquí un promotor inmobiliario de Kansas City, que se quedó prendado de esta ciudad y decidió construir en su patria chica una pequeña Sevilla, con su Giralda y todo, y le propuso al ayuntamiento que se hermanaran las dos ciudades. Como los hermanamientos dan pie a muchas comilonas y viajes de gorra, los de aquí enseguida se subieron al carro y, a cambio, le dieron el nombre de Kansas City a un trozo de carretera que en aquel entonces quedaba totalmente en el extrarradio de la ciudad, pero que pasaba por delante del núcleo residencial de los oficiales americanos de la base aérea de Morón de la Frontera, el barrio de Santa Clara. Speed limit 15 mph. De esa época sólo queda un mapa de azulejo, con la leyenda en inglés y los nombres de las calles haciendo honor a los conquistadores de América, impronunciables para originarios del nuevo continente: Álvar Núñez Cabeza de Vaca street, Martín Alonso Pinzón street, Diego de Vargas street… Actualmente casi no quedan casas originales de los americanos, la mayoría se derruyeron o reformaron y se han construido algunos bloques. Con el tiempo, Sevilla fue creciendo en esta dirección y la avenida de Kansas City se convirtió en el eje de tráfico más importante, hasta que se construyó la SE-30. Entre Santa Clara y la estación del tren de Santa Justa hay un barrio típico del expansionismo de los años 70, el Polígono de San Pablo, que aquí para los nombres siempre se tira del santoral. Como son pisos bastante feos, el año pasado se organizó un concurso para cubrir con murales las fachadas que dan hacia la avenida. Vinieron graffiteros de todo el mundo y a muchos de ellos parece que les sirvió de inspiración el continente americano. Barco-banana-pop con conquistadores y retrato warholiano. Avanzando por esta avenida, el foráneo vuelve a extrañarse al ver la pequeña estatua ecuestre de un indio. El indio de Kansas City. Este indio, que lucía un penacho en la cabeza hasta que algún desalmado lo desplumó, estaba en el pabellón de EEUU durante la Expo de 1992. Al finalizar, el estado norteamericano se lo regaló al ayuntamiento de Sevilla, que por analogía eligió esta ubicación definitiva. Así que ahora se conoce como el indio de Kansas City y la rotonda del indio. ¿Y hacia dónde mira el indio? Los sevillistas, barriendo para casa, dicen que está mirando hacia el cercano estadio de Sánchez Pizjuán. Por eso, cuando juega el Sevilla, a menudo el indio aparece ataviado con una bufanda del equipo. Otros dicen que el indio está oteando el horizonte y calculando cuánto le falta para llegar a la fábrica de cerveza Cruzcampo, que también está en las inmediaciones. El nombre de esta marca de cerveza proviene del templete de la Cruz del Campo, una estación de un antiguo Via crucis, que estaba en ese solar y aún sigue allí. Hace unos años Heineken compró la Cruzcampo, pero conservaron la marca, porque es una seña de identidad de los sevillanos; incluso te puede salvar la vida, igual que el barrilito de un San Bernardo en los Alpes, pero en condiciones climáticas bastante diferentes.

De aves y pájaros o "la letra con azulejo entra"

Educación para la ciudadanía sobre azulejo trianero. Murales tan instructivos como éste se ponían antiguamente en las entradas de los colegios públicos para disuadir a los angelitos de cometer actos sádicos con los pajaritos. Hoy sólo quedan unos pocos de estos azulejos en el casco antiguo, los demás fueron destruidos a pedradas, porque eso no era pecado. También existía la versión para los padres de las criaturitas, muy aficionados a pegar perdigonazos, porque ya se sabe, ave que vuela, va a la cazuela. He aquí la versión más poética con el mismo mensaje, dirigido a todos los públicos. Esta isleta de los pájaros está en el Parque de Maria Luisa, al lado del Monte Gurugú, otro clásico de todo parque que se precie. Una distracción popular es ir al parque a dar de comer a las palomas. Lo que pasa es que proliferan una barbaridad y ensucian los edificios históricos de la plaza de España y la plaza de América, situadas en el entorno. Así que el malvado Ayuntamiento cada cierto tiempo, desoyendo los sabios consejos del azulejo, se encarga de diezmar la población avícola. ¡Y dale con los pájaros! Mensaje típico de la España cañí, colgado en un bar de Triana.

El Baño de María Padilla


Está situado en los sótanos del Alcázar de los Reyes en Sevilla y debe su nombre a que Pedro I el Cruel mandó construir los aposentos para su amante asidua, doña María de Padilla, en esa zona del palacio mudéjar.

A pesar de su denominación, no es probable que María Padilla se bañara allí, porque en esa época no había mucha afición al baño. En realidad, parece que se trataba de un aljibe.

El Rey Pedro era un pájaro de cuidado que no sabía domeñar sus impulsos mundanos. Primero estuvo persiguiendo a una noble sevillana, doña María Coronel, y como ella le negaba sus favores, mandó matar a su esposo. Entonces ella, muy virtuosa, ingresó en un convento de clarisas, pero el Rey seguía atosigándola. Incluso mandó construir una torre para poder espiarla por encima de la tapia del convento. Ante tal acoso, María Coronel se echó por encima aceite hirviendo y se desfiguró la cara. Esto sirvió para que el Rey cejara en su empeño y arrepentido pidió licencia para que ella fundara el convento de Santa Inés, donde todavía hoy se enseña su cuerpo incorrupto y donde Bécquer ambientó la leyenda de Maese Pérez el organista.

María de Padilla nació en 1334 y, como su nombre indica, su familia era originaria de Padilla de abajo (Burgos). El Rey se fijó en ella por ser “una doncella muy fermosa” y la metió en el apartamentito debajo del Alcázar, donde murió en 1361 “de sus dolencias”, probablemente reumática perdida. Durante este tiempo, el Rey se casó primero con la noble francesa, doña Blanca de Borbón, pero a los tres días mandó encerrarla en el Alcázar de Toledo y posteriormente la mandó matar. Los motivos fueron que no aportó la dote pactada y que en el camino a España había sucumbido a los encantos del hermanastro del Rey, don Fadrique. Más tarde, Pedro I contrajo matrimonio con Juana de Castro, “viuda de noble prosapia”.

Como María Padilla estaba harta de ser solo la amante del Rey, solicitó licencia al Papa para fundar un monasterio, también de clarisas, y vivir allí en penitencia, pero no llegó a ingresar en él porque el Rey consiguió anular su matrimonio con Juana y volvió con doña María, declarándola reina y legitimando su descendencia. Hoy está enterrada en la catedral de Sevilla, donde también fue sepultado el Rey, después de que lo asesinara su otro hermanastro, don Enrique de Trastamara.