16 de enero de 2012

Sevilla, Kansas City, el indio y la madre que lo parió

¿Qué es lo que más llama la atención de un visitante cuando llega a Sevilla? ¿La Giralda? ¿La Torre del Oro? No, lo primero que sorprende cuando llegas desde el aeropuerto o conduciendo desde Madrid, o sales de la estación del AVE, es que la avenida más importante, la más ancha y más larga, el acceso principal a la ciudad, se llama o sea, “cansasiti” Es como si la Castellana de Madrid se llamara, pongamos, avenida de Pernambuco. Más extraño aún resulta cuando ves que las bocacalles de esta avenida son una exaltación de asuntos tan sevillanos como “Saeta”, “Seguirilla”, “Petenera” o tienen nombres de insignes toreros andaluces como “Lagartijo”, “Niño de la Palma”, “Pepehillo”…¿Cómo se les ocurrió bautizar así esta avenida? La razón es que en los años sesenta estuvo por aquí un promotor inmobiliario de Kansas City, que se quedó prendado de esta ciudad y decidió construir en su patria chica una pequeña Sevilla, con su Giralda y todo, y le propuso al ayuntamiento que se hermanaran las dos ciudades. Como los hermanamientos dan pie a muchas comilonas y viajes de gorra, los de aquí enseguida se subieron al carro y, a cambio, le dieron el nombre de Kansas City a un trozo de carretera que en aquel entonces quedaba totalmente en el extrarradio de la ciudad, pero que pasaba por delante del núcleo residencial de los oficiales americanos de la base aérea de Morón de la Frontera, el barrio de Santa Clara. Speed limit 15 mph. De esa época sólo queda un mapa de azulejo, con la leyenda en inglés y los nombres de las calles haciendo honor a los conquistadores de América, impronunciables para originarios del nuevo continente: Álvar Núñez Cabeza de Vaca street, Martín Alonso Pinzón street, Diego de Vargas street… Actualmente casi no quedan casas originales de los americanos, la mayoría se derruyeron o reformaron y se han construido algunos bloques. Con el tiempo, Sevilla fue creciendo en esta dirección y la avenida de Kansas City se convirtió en el eje de tráfico más importante, hasta que se construyó la SE-30. Entre Santa Clara y la estación del tren de Santa Justa hay un barrio típico del expansionismo de los años 70, el Polígono de San Pablo, que aquí para los nombres siempre se tira del santoral. Como son pisos bastante feos, el año pasado se organizó un concurso para cubrir con murales las fachadas que dan hacia la avenida. Vinieron graffiteros de todo el mundo y a muchos de ellos parece que les sirvió de inspiración el continente americano. Barco-banana-pop con conquistadores y retrato warholiano. Avanzando por esta avenida, el foráneo vuelve a extrañarse al ver la pequeña estatua ecuestre de un indio. El indio de Kansas City. Este indio, que lucía un penacho en la cabeza hasta que algún desalmado lo desplumó, estaba en el pabellón de EEUU durante la Expo de 1992. Al finalizar, el estado norteamericano se lo regaló al ayuntamiento de Sevilla, que por analogía eligió esta ubicación definitiva. Así que ahora se conoce como el indio de Kansas City y la rotonda del indio. ¿Y hacia dónde mira el indio? Los sevillistas, barriendo para casa, dicen que está mirando hacia el cercano estadio de Sánchez Pizjuán. Por eso, cuando juega el Sevilla, a menudo el indio aparece ataviado con una bufanda del equipo. Otros dicen que el indio está oteando el horizonte y calculando cuánto le falta para llegar a la fábrica de cerveza Cruzcampo, que también está en las inmediaciones. El nombre de esta marca de cerveza proviene del templete de la Cruz del Campo, una estación de un antiguo Via crucis, que estaba en ese solar y aún sigue allí. Hace unos años Heineken compró la Cruzcampo, pero conservaron la marca, porque es una seña de identidad de los sevillanos; incluso te puede salvar la vida, igual que el barrilito de un San Bernardo en los Alpes, pero en condiciones climáticas bastante diferentes.

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