15 de enero de 2012

Reciclaje de elementos arquitectónicos antiguos



Hércules me edificó.
Julio César me cercó
de muros y torres altas,
el rey santo me
ganó
con Garcí Pérez de Vargas.

Esta inscripción, que se encuentra en la antigua Puerta de Jerez, al sur del casco antiguo de Sevilla, responde a la leyenda de que la capital andaluza fue fundada por el héroe de la mitología griega. Según dicha leyenda, Hércules o Herakles remontó el río hasta una isla fluvial, donde colocó seis estacas verticales marcando el lugar donde habría de fundarse una ciudad en su honor. Esta tarea recayó en su hijo Hispalo, del cual deriva el nombre de la ciudad.

La realidad es que los romanos en época del emperador Adriano dedicaron a Hércules un templo magnífico, de cuyo pórtico flanqueado por seis columnas actualmente quedan en su emplazamiento original tres grandes columnas de 15 metros de altura, que dan nombre la angosta y recóndita calle Mármoles.

Una de las seis columnas se rompió en el traslado que ordenó el rey Pedro I al Alcázar. Otras dos columnas se reubicaron y reciclaron para adornar la Alameda de Hércules, paseo ajardinado fruto de la desecación de una laguna intramuros, y en lo alto se colocaron las estatuas de Hércules y César. Las columnas representan el peñón de Gibraltar y el monte Musa al norte de Marruecos. Según la leyenda, estas rocas fueron separadas por Hércules para abrir paso hacia el océano Atlántico, originando así el Estrecho de Gibraltar.

Columnas romanas de la calle Mármoles

Columnas romanas reubicadas en la Alameda de Hércules adornadas por capiteles corintios nuevos y estatuas de Hércules y Julio César







Otro ejemplo de reciclaje de materiales nobles o duraderos son las columnas de mármol o de granito que se reutilizaban para darle un aire de cristiandad a cualquier plaza de la antigua judería. Frecuentemente se expoliaban columnas de Itálica, la ciudad romana cercana a Sevilla, y se coronaban con una cruz.

Así, a mitad del siglo XIX construyeron un calvario con tres cruces en esta plazoleta que es la prolongación de la calle Cruces, anteriormente conocida como “Calle de las cruzes verdes”.














Las cruces que dan nombre a la calle no son las que están sobre las columnas de mármol sino unas de madera que ya en el siglo XV estaban embutidas en la fachada de la casa que hace esquina (hoy restaurada).


El sentido de las cruces de madera no era religioso, sino disuasorio para que los borrachos no orinaran en la esquina deteriorando así la fachada.

En la esquina con la calle de las Cruces hay otro ejemplo de reciclaje de elementos antiguos, pero con fines meramente estructurales. Para evitar que los coches de caballos desconcharan la fachada de esta casa, debido al estrechamiento de la calle y a la impericia de los cocheros, el dueño decidió reforzar los bajos de la casa con piedras de molino y así de paso hacía ostentación de su patrimonio.












Esta costumbre de proteger las partes más sensibles de las fachadas, especialmente las esquinas, está muy extendida y en ese caso los refuerzos reciben el nombre de guardaesquinas, guardacantones o esquinales.

En muchas casas se reutilizaron para esta función columnas romanas, por ejemplo en esta esquina de la calle Doncellas, calle que debe su nombre a una hermandad fundada con el noble fin de ayudar a casarse a doncellas huérfanas y desvalidas.

En otras ciudades como Cádiz, por escasear los restos romanos, se utilizaron como guardaesquinas cañones que datan de los siglos XVI a XVIII, la mayoría procedentes de naufragios, otros de desguaces de buques de guerra o de piezas inservibles del artillado de la ciudad.




















En otras ciudades como Cádiz, por escasear los restos romanos, se utilizaron como guardaesquinas cañones que datan de los siglos XVI a XVIII, la mayoría procedentes de naufragios, otros de desguaces de buques de guerra o de piezas inservibles del artillado de la ciudad.




























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